Taiji Kase
(1929-2004)
El 29 de febrero de 1929 nace en Japón Taiji Kase. Su padre, Nobuki Kase, ostentaba el 5º Dan de judo; lo que propició que Kase se iniciase a los 6 años en las artes marciales, en concreto en la práctica del judo, disciplina ésta en la que alcanzaría la categoría de 3º Dan. Pero un buen día el destino hizo que Kase viera una fotografía de Yoshitaka Funakoshi, hijo de Gichin Funakoshi, realizando una patada. Esto le fascinó tanto que comenzó a entrenar con el gran maestro. Tenía 15 años. Rápidamente y debido al durísimo entrenamiento y al sistema de trabajo al que fue sometido, alcanzó el 1º Dan. Taiji Kase contaba que con él comenzaron mil muchachos, de los que solo tres soportaron el duro entrenamiento y llegaron al final de la temporada.
En marzo de 1945, durante las etapas finales de la Segunda Guerra Mundial, Kase se alista en las fuerzas aéreas japonesas, en el cuerpo de kamikazes. Sin embargo, la guerra terminó antes de que tuviera la oportunidad de dar la vida por su país. Solía comentar que como podría haber muerto en la guerra y sin embargo estaba vivo, no tenía motivos para estar triste. Y así era, pues siempre lo veíamos con una sonrisa o actitud interior muy especial.
En 1945, Kase fue ascendido a 1º Dan en Karate Shotokan. Al mismo tiempo comenzó a estudiar economía en la Universidad de Senshu, y en 1949 ya era capitán del equipo de karate de dicha universidad, al tiempo que alcanzaba el 3º Dan. Kase se graduó de la Universidad Senshu en 1951 y se unió a la recién formada Asociación de Karate Japonesa (J.K.A), con el objetivo de convertirse en un instructor de karate profesional y fue el encargado de responder a los muchos desafíos hechos a la JKA en sus inicios.
Dentro de sus grandes contribuciones al Karate-Do están: el desarrollo de las técnicas de mano abierta, el trabajo de los conceptos de hente y sente, la patada usiro geri kaiten y las innumerables aplicaciones de los bunkais de los katas a través de los conceptos de kata kumite y ohio bunkai.
Los tiempos avanzaban y era necesario difundir el karate por todo el mundo. Así, pues, Kase, fiel a su primer maestro, se sacrifica y abandona su patria para dar a conocer este arte fuera de su país. Así hace exhibiciones y competiciones en Hawai y en otros lugares de Estados Unidos, las cuales dan lugar a algunas de las anecdotas más comentadas de su dilatada carrera y a las que él hacía alusión con mucha frecuencia. Corría el año 1964 cuando, tras su paso por África, se asienta definitivamente en Europa, residiendo en un primer momento en Holanda para posteriormente fijar su residencia definitiva, hasta sus últimos días, en París, desde donde puede desempeñar mejor su condición de jefe de la J.K.A. para Europa. Funda entonces su primer dojo desde donde imparte clases a lo más granado del karate de la época. Posteriormente, lo abandonaría para dedicarse a impartir cursos por todo el mundo, a razón de uno cada fin de semana, salvo el periodo de vacaciones que pasaba cada año en su patria.
Una vez en Francia, su gran calidad como maestro y su tenacidad, se ven culminados cuando el país galo se proclama campeón del mundo con aquél famoso plantel de karatekas: Valera, Pachi, Setruck, Sabeng, Petit Demach... todos ellos entrenados por Kase.
Otros países europeos contaban con grandes instructores. Así, Italia con Shirai, Alemania con Ochi, Bélgica con Miyakazi, Inglaterra con Enoeda, pero de España se habían olvidado y nuestro país no contaba con un instructor a la altura de las circunstancias. Esto motiva a Kase para comenzar, en la década de los ochenta, a trabajar intensamente con España, impartiendo numerosos cursos y estableciendo importantes centros que siguen su sistema de trabajo, y que fieles al mismo se integran a partir de 1989 en la W.K.S.A. (Academia Mundial del Karate Shotokan, ahora Kase-Ha).
La Escuela Astur Karate es uno de esos centros y Joaquin Fernández su más fiel discípulo. Todos los años, hasta su muerte en noviembre de 2004, el maestro Taiji Kase visitaba Gijón para impartir el Curso Internacional de Karate Shotokan Tradicional organizado por esta escuela. Se sentía orgulloso y tremendamente feliz cuando contemplaba el nivel y los logros de sus alumnos, y cuando observaba a las nuevas generaciones de maestros que él estaba formando con la idea de que algún día le sustituyesen y siguiesen difundiendo el Karate-Do como él había hecho durante toda su vida.